El poder de los datos para hacer sistemas de transportes eficientes

El poder de los datos para hacer sistemas de transportes eficientes

La implosión de la era digital y los datos inherentes a la naturaleza de los ordenadores, han provocado la generación de grandes volúmenes de datos, en muchos lugares y expresados de manera muy heterogénea. A este paradigma, lo bautizamos en 2011 como el “Big Data”. Generó mucho interés desde el primer momento por su aportación a conocer mejor las organizaciones y las personas, para mejorar así el proceso de toma de decisiones y el rendimiento en muchas dimensiones. En estos años no hemos parado de preguntarnos en qué podría afectarnos en nuestro día a día.

Tres elementos son los que están impulsando que el Big Data y su adopción sea exponencial. En primer lugar, la computación se ha abaratado. Ahora tenemos un sensor o un ordenador en cualquier esquina de nuestra sociedad. En segundo lugar, la tecnificación de la sociedad y su digitalización. Cada vez codificamos en objetos conectados a Internet más conductas o expresiones sociales. Y, en tercer lugar, vivimos en la era de las redes sociales. Al estar más conectados y comunicarnos más ágilmente, más datos generamos.

Por todo ello, no es que tengamos ahora unas capacidades computacionales que antes no teníamos, sino que tenemos muchos más datos, generados a mucha mayor velocidad, y con una variedad de formatos. Esto hace que necesitemos un nuevo paradigma de almacenamiento, procesamiento y puesta en valor datos. A éste, lo hemos bautizado como Big Data. La digitalización de la sociedad, que nos permite ser capaces de medir todo comportamiento humano, nos ha traído un nuevo campo de posibilidad de trabajo con los datos.

Por lo tanto, ni la tecnología, ni la disponibilidad de datos ni el factor económico son limitante. Lo que necesitamos son emprendedores de datos, que sepan hacer las preguntas correctas a los mismos, y podamos así aportar a la gestión y estrategia empresarial a través de la extracción de inteligencia y valor de los datos. En el ámbito de la movilidad concretamente, que ocupa espacio en este blog, esto es precisamente el enfoque necesario para ser capaces de activar los datos y generar valor a partir de ellos.

Se estarán ustedes preguntando cómo poder optimizar nuestros sistemas de transporte a partir de los datos. Pues básicamente introduciendo algo que antes no teníamos: datos precisos de comportamiento del día a día de una persona. En el día a día al final todos y todas acabamos haciendo lo mismo: nos desplazamos al trabajo, compramos productos y servicios, socializamos, consumimos contenidos, etc. Si yo soy capaz de entender las preferencias de las personas en estos hechos vitales, naturalmente estoy obteniendo una información terriblemente expresiva para saber dónde y qué harán los ciudadanos de una ciudad. Y así, con ello, dimensionar adecuadamente las redes de transporte.

¿Alguien se extraña por qué Google Maps es gratuito? Una herramienta muy útil, por la que aparentemente no pagamos dinero. Pero sí lo hacemos con datos. Introduzcan en el navegador maps.google.com/locationhistory para que vean todo lo que Google sabe de nosotros. ¿Para qué creen que lo utilizará? Estos datos Google nos los ofrece (de manera agregada y anonimizada, naturalmente) a través de una API (interfaz de consulta de datos). ¿Y cuando pasamos las tarjetas de crédito por TPVs? Misma idea: dato digitalizado, dato que es explotable. También hacemos llamadas, que las operadoras de telecomunicaciones registran. E intercambiamos mensajes en redes sociales y herramientas de mensajería instantánea, algunas de ellas gratuitas. ¿Cómo las pagamos? Con datos sobre lo que nos gusta y con quién nos relacionamos. Estos ejemplos, podéis imaginar, son numerosos e interminables prácticamente.

Como decíamos al comienzo, la variedad de los datos es una de las características de este paradigma del Big Data. Si yo soy capaz de juntar todos esos datos que describíamos en el párrafo anterior, podré modelar un conocimiento sobre la movilidad de los ciudadanos. Si antes yo tenía una capacidad de conocer a un ciudadano a través de encuestas con preguntas que trataban de entender lo que le gustaba, ahora tengo el detalle fino de sus preferencias e intereses. Y así, no solo las redes de transporte serán eficientes, sino incluso podré ofrecerle la posibilidad de personalizar los servicios a demanda de no solo esa persona, sino todas aquellos que tengan su mismo perfil.

La práctica moderna del análisis de datos, lo que popularmente y muchas veces erróneamente se conoce como “Big Data”, se asienta sobre lo que es la “Ciencia del Dato” o “Data Science”. Un enfoque de toma de decisiones basados en datos que trasciende los métodos tradicionales y nos sumerge en una era en la que la competencia de manejar datos va a ser nuclear en las organizaciones. Y, por otro lado, una era en la que las oportunidades de aportar valor añadido va a estar en darse cuenta que no estamos ante un paradigma que ha traído herramientas para analizar datos (solo), sino un paradigma para comenzar a buscar nuevos marcos de actuación que den respuestas más eficientes.

Naturalmente, en todo lo anterior, la ética y los valores deben estar más que nunca en el centro de la toma de decisiones. Conocer al detalle lo que hacen los ciudadanos y ciudadanas como fiduciarios de datos: es decir, solo a favor de ellos y ellas, y nunca aprovechándonos de su ignorancia en relación a los datos que hemos obtenido.

El Big Data es un paradigma que ha venido para quedarse.



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