Cómo diseñar una Zona de Bajas Emisiones eficaz en municipios de menos de 50.000 habitantes
Desde que la Ley de Cambio Climático hizo obligatoria la implantación de Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) en municipios de más de 50.000 habitantes, y en muchos con menor población por criterios ambientales, la pregunta ya no es si habrá que implantar una ZBE, sino cómo hacerlo bien. Y sobre todo, cómo lograr que esa Zonas de Bajas Emisiones tenga un impacto positivo, sin convertirse en una medida simbólica o impopular.
Diseñar una Zonas de Bajas Emisiones eficaz en ciudades pequeñas implica mucho más que restringir el tráfico. Requiere adaptar los enfoques técnicos a una realidad muy distinta a la de las grandes capitales. El tráfico, los hábitos de movilidad, la estructura urbana y el tejido comercial son diferentes, y por eso el diseño también debe serlo.
No todas las Zonas de Bajas Emisiones se diseñan igual
Uno de los errores más habituales es copiar los modelos de ciudades como Madrid o Barcelona. En una ciudad de menos de 50.000 habitantes, el transporte público suele tener menor cobertura, el uso del coche privado está más arraigado y la contaminación no siempre se percibe como un problema prioritario. Por eso, aplicar restricciones sin ofrecer alternativas creíbles puede generar rechazo y pérdida de legitimidad institucional.
Además, muchas ciudades pequeñas tienen cascos históricos muy sensibles, actividad comercial de proximidad y núcleos urbanos dispersos. Implantar una ZBE sin estudiar bien estos condicionantes puede acabar perjudicando justo a quienes se pretendía proteger: residentes, comerciantes y peatones.
El papel de los datos en el diseño de las Zonas de Bajas Emisiones
Un diseño eficaz debe partir de datos sólidos, no solo de mapas ni de estimaciones genéricas. Hoy es posible y recomendable combinar varias fuentes: conteos automáticos, sensores, GPS de flotas municipales, encuestas de movilidad e incluso datos anonimizados de telefonía móvil.
En Ingartek, por ejemplo, usamos herramientas como GTFSuite para analizar patrones reales de uso del espacio urbano. Esto permite identificar con precisión qué zonas tienen mayor presión de tráfico, en qué franjas horarias, y qué alternativas modales existen o pueden incentivarse.
Diseñar una ZBE con este tipo de diagnóstico no solo mejora su efectividad: también facilita la comunicación pública y la trazabilidad de resultados. La ciudadanía entiende mejor una medida si puede ver de dónde nace.
Zonas de Bajas Emisiones como proyectos de transformación urbana
Una ZBE no debería ser solo una restricción al tráfico contaminante, sino una oportunidad para transformar el espacio urbano: mejorar la accesibilidad peatonal, ampliar aceras, ordenar la carga y descarga, pacificar entornos escolares, reforzar el transporte público o implantar soluciones de movilidad compartida.
Muchas veces, con pequeñas actuaciones, por ejemplo, habilitar aparcamientos disuasorios a 5 minutos a pie del centro, se pueden conseguir grandes resultados sin inversiones millonarias.
Diseñar una Zonas de Bajas Emisiones eficaz en ciudades pequeñas requiere método, flexibilidad y sensibilidad. No basta con seguir un manual técnico: hay que entender el territorio, usar bien los datos y construir consensos. El objetivo no es solo cumplir con la ley, sino mejorar la vida urbana y sentar las bases de una movilidad más sana, eficiente y humana.
En Ingartek acompañamos a municipios de todos los tamaños en la planificación, diseño y evaluación de Zonas de Bajas Emisiones adaptadas a su realidad local. Combinamos análisis de datos, herramientas digitales y experiencia territorial para crear soluciones que funcionan en la práctica.
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